Los neurólogos destacan que experiencias traumáticas en los niños provocan alteraciones cerebrales que pueden aumentar el comportamiento violento
Para la catedrática de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento de la UNED, Victoria del Barrio, la socialización del niño es clave para su comportamiento adulto, e incidió en que hasta los dos años se registra el pico más alto de conductas agresivas, aunque son de baja intensidad: «No hace falta más que pasar por un parque para ver como empujan o pegan para conseguir un juguete». Después, con la socialización se va inhibiendo esta violencia a medida que el menor va desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos. Pero existen entre un 5 y un 10 por ciento de menores que, por motivos personales o sociales, no consiguen inhibir esta conducta y se convierten en adultos violentos. Por ello, la educación, y sobre todo «la educación individualizada», es el principal arma para evitar los comportamientos violentos y «además es la más barata».
El cariño, la mejor prevención
En este misma línea, el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
La negligencia de los padres en el cuidado de los hijos, la falta de «modelos masculinos positivos» y el incremento del maltrato infantil son tres de los factores que inciden en la violencia juvenil, según destacó Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad del Sur de Florida, durante el encuentro de ayer. Así, resaltó que en la actualidad es «más fácil» que los niños se críen sin «una supervisión o una guía paternal» debido al incremento de familias monoparentales, lo que ha obligado a que las escuelas adopten la responsabilidad de enseñar a los niños cómo manejarse ante un conflicto. Pero cuando se da la ausencia de una figura paterna, o de un modelo de su mismo sexo, es más probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de machismo. De la misma forma, resaltó como en los últimos años se han producido cambios en la estructura familiar, -trabajo de ambos padres, divorcios o madres solteras-que han disminuido la supervisión de los niños y aumentado el riesgo de que estos se impliquen en comportamientos violentos.
Por último,Martín Teicher, especialista en neurobiología, destacó que el maltrato infantil «desencadena una cascada de procesos moleculares cuyos efectos pueden provocar un incremento de la agresividad.
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